Manifiesto ciclista o sobre la importancia de sonreír sobre dos ruedas. Por Jaell Durán Herrera



Cuando la ciudad dejo de ser la región más transparente y se convirtió en una sombra nebulosa, los destinos tortuosos se volvieron inmediatos y la felicidad inalcanzable. En donde había olores a jugo de naranja y césped recién cortado, ahora se pueden ver caras angustiadas. El estruendoso ego citadino, impide a la individualidad asomarse al cuerpo de la colectividad; el de la soleada “Doña Capital de México”.

En el discurrir del andar lo cotidiano se convierte en “las leyes de una jungla”, no me refiero a la jungla exuberante y verde, sino a la llamada “jungla de concreto”; la musa para innumerables maldiciones bien conocidas:

“Voy derecho y no me quito”, ¡paso primero yo, por encima de todo!

La moderna sociedad vehicular se alza sobre las ruinas de la sociedad ciclista y hace énfasis en las diferencias; “los todopoderosos en sus supercarros último modelo, deberían comprarse unos último modales”[1].

Como pudieron haberlo dicho Marx y Engels sobre “la moderna sociedad”, quien tiende a separase en dos grandes campos enemigos y en dos clases antagónicas: “Los de en coche” y “Los de en dos ruedas”.

Vivir en el centro del país, con todos los servicios y diversiones al alcance, no basta para tener una buena calidad de vida; la emocionalidad y el intelecto, se saturan con el rugido de las bestias metálicas y al mismo tiempo, nuestra felicidad se diluye junto con la lluvia en las bocas de tormenta.

El progreso del transporte obstruye el tránsito por la ciudad en lugar de fomentarlo, de todos los transportes que hoy se enfrentan a la vorágine metálica, no hay otro más revolucionario que la bicicleta. Los otros se confunden y se desvielan, regando su sangre negra y viscosa en el asfalto, la bici es en cambio un motor genuino para la alegría humana.

La bicicleta carece de carrocería ostentosa, su relación con la naturaleza no se compara a las cuatro ruedas; ir en bicicleta por la ciudad es para David Byrne como navegar por las vías neuronales colectivas de una gran mente global, un viaje por el inconsciente colectivo. Sobre las cuatro ruedas, el piloto en cambio se convierte en un primate del más bajo rango, un monstruo invencible, cuya carrocería es la prótesis de su cuerpo.

Con menos carrocería y más felicidad la bicicleta es, por más, el medio de transporte más estimulante y solicitado en muchos lugares del mundo.

Los que al comienzo eran una minoría, ahora cada domingo se convierten en una inmensa mayoría.

La necesidad de un lugar más humano en donde vivir y el respeto a los derechos de los ciclistas, es apremiante. La muerte de la indiferencia, el egoísmo, la “virtud del cafre” y el triunfo de la alegría sobre las dos ruedas, son a corto plazo inevitables.

Ir en bicicleta, es una forma de meditación activa; un lugar en la mente que no requiere de mucha atención ni profundidad. Espontáneamente te hace sonreír y como reflejo el que te mira, también terminara sonriendo. La algidez citadina, con una bici de por medio, se derrite con facilidad:

¡Pedaléale¡
¡Tú si puedes!

Bajo estas circunstancias dos desconocidos o más, se convierten en parte de un cerebro colectivo y feliz, en parte de todo lo que sea árbol, ave, sol y bicicleta.

¡Esta es la sociedad feliz y pacifista que nuestro espíritu ciudadano exige!
En el fondo, el sentimiento de prisionero necesita de la metáfora sanadora que representan las bicicletas: Libertad.

La bicicleta, que me transporte al lugar de la felicidad, la que me llevé por los caminos de arena blanca y mar azul turquesa; a donde la gente siempre sonríe; en donde haya fauna silvestre; en el recorrido por las arterias de la ciudad desconocida; a paisajes oníricos olvidados.

La revolución ciclista, será la exaltación de esta largamente añorada libertad; la conquista del respeto por los derechos de todos los habitantes y la batalla por una ciudad más feliz y pacifista.

¡Ciclistas de todos los países, uníos!



Abril, 2013





[1] Tweet de @ GabrielRevilla, Lunes 1 de Agosto 2011, 20:32.

4 comentarios:

  1. Gracias estimada Jaell por contribuir a la construcción de una ciudad-realidad más inteligentemente divertida!

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  2. Gabriel Revilla (@ElGabris)domingo, mayo 05, 2013 1:12:00 a. m.

    Recuperar la calle es la misión; arrebatársela al monstruo de acero que fue concebido como parte de "el gran progreso" y que terminó siendo el mismo yugo que hoy (algunos) pretendemos arrancarnos de la piel.

    La vida se vive a nivel de calle, ahí es donde la realidad "es", donde se puede entrar en contacto real con el otro.

    Somos los afortunados poseedores de un orden ciudadano que hace relativamente simple la tarea de mantener en paz la ciudad porque hay suficientes ojos en las calles. Pero no hay nada de simple en ese orden en sí, o en la abrumadora cantidad de elementos que lo componen. La mayoría de esos elementos están especializados de una manera u otra. Se unen en el efecto conjunto en la acera, que no está especializada en lo más mínimo. Ésa es su fortaleza”: JACOBS, Jane, Muerte y vida de las grandes ciudades americanas, Vintage, ed., 1961.

    :)

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  3. Saludos a los dos y gracias por los comentarios!

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