Al finalizar 2012 y el sexenio del gobierno
estatal, se inauguró el Gran Museo del
Mundo Maya de Mérida, realizado bajo proyecto de los arquitectos yucatecos,
Enrique Duarte Aznar, Josefina Rivas Acevedo, Ricardo Combaluzier Medina y
William Ramírez Pizarro. Decisión oficial que aunque tuviera sentido tener un
recinto de dimensiones importantes, para una de nuestras grandes culturas
prehispánicas, como es la Maya, la primera contradicción es partir sin
colección propia, y tener que acudir a la del Museo Regional de Antropología e
Historia, en el viejo Palacio Cantón. La ubicación, al norte de la ciudad,
hacía la salida a Puerto Progreso, es un sector de servicios con diversos
centros comerciales a gran escala y el de Convenciones Siglo XXI, el cual ahora
tiene a este nuevo edificio cultural como vecino. El terreno, un rectángulo
alargado, tuvo sus complicaciones para el proyecto, obligando a un partido
arquitectónico en sentido longitudinal. Lo primero que llama la atención es una
gran escalinata por donde se llega a la plaza de acceso, con algunas bancas y
árboles dispersos, y con la enorme “ceiba” como remate. Dicho elemento,
metáfora de una de las especies más características de la región, es por mucho
lo que más distingue a museo en su entorno.
La alta tecnología expresada en la
arquitectura a través de grandes estructuras metálicas, ha estado en boga por
lo menos desde hace 35 años, con el Centro Cultural Pompidou de París, como uno
de los referentes significativos. Dicha tendencia ha tenido escaso impacto en
nuestro país, salvo algunas obras de Enrique Norten o Alberto Kalach entre
otros. La “ceiba” de este nuevo museo yucateco, se pretendía apoyar en un solo
elemento central, el “tronco”, a la vez núcleo de elevadores y escaleras, sin
embargo no fue suficiente y se agregaron otros. Su impacto en el espacio, que
es el vestíbulo, una cafetería en primer piso y pasillos perimetrales, es menor
porque el mencionado “tronco” requirió un espesor grande, lo cual obstruye de
alguna manera la posible sensación de una escala espectacular. Sorprende la
cantidad de acero utilizado, para un resultado pobre en el espacio y poco
novedosa en la forma. En la parte funcional, a la mitad de la gran caja
alargada se encuentra un vestíbulo con las taquillas y desde ahí se recorren
las salas permanentes y temporales. Otros cuerpos, son los de un restaurante,
tienda, sanitarios y relaciones públicas. En suma, un proyecto de carácter
político, de alcances regionales, oneroso, y con una propuesta arquitectónica
contradictoria.
Al finalizar, a raíz de este nuevo encuentro
con la ciudad de Mérida se quedan diversas sensaciones encontradas, por un lado
el gusto de ver una ciudad vital, que cuida su patrimonio histórico, pero a la
vez en su arquitectura contemporánea se observan tanto hallazgos y búsquedas de
interés, como excesos y limitaciones. De la alegría en su música, de la delicia
de su comida y de la amabilidad de su gente, Mérida ofrece al visitante
múltiples atractivos, por lo que es un punto obligado, tanto para el público en
general como para los arquitectos. Estimado lector, no deje de considerarla
como destino próximo.
Febrero, 2013
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