Mérida 2013 (2), Gran Museo del Mundo Maya. Por Alejandro Ochoa Vega



Al finalizar 2012 y el sexenio del gobierno estatal, se inauguró el Gran Museo del Mundo Maya de Mérida, realizado bajo proyecto de los arquitectos yucatecos, Enrique Duarte Aznar, Josefina Rivas Acevedo, Ricardo Combaluzier Medina y William Ramírez Pizarro. Decisión oficial que aunque tuviera sentido tener un recinto de dimensiones importantes, para una de nuestras grandes culturas prehispánicas, como es la Maya, la primera contradicción es partir sin colección propia, y tener que acudir a la del Museo Regional de Antropología e Historia, en el viejo Palacio Cantón. La ubicación, al norte de la ciudad, hacía la salida a Puerto Progreso, es un sector de servicios con diversos centros comerciales a gran escala y el de Convenciones Siglo XXI, el cual ahora tiene a este nuevo edificio cultural como vecino. El terreno, un rectángulo alargado, tuvo sus complicaciones para el proyecto, obligando a un partido arquitectónico en sentido longitudinal. Lo primero que llama la atención es una gran escalinata por donde se llega a la plaza de acceso, con algunas bancas y árboles dispersos, y con la enorme “ceiba” como remate. Dicho elemento, metáfora de una de las especies más características de la región, es por mucho lo que más distingue a museo en su entorno.

La alta tecnología expresada en la arquitectura a través de grandes estructuras metálicas, ha estado en boga por lo menos desde hace 35 años, con el Centro Cultural Pompidou de París, como uno de los referentes significativos. Dicha tendencia ha tenido escaso impacto en nuestro país, salvo algunas obras de Enrique Norten o Alberto Kalach entre otros. La “ceiba” de este nuevo museo yucateco, se pretendía apoyar en un solo elemento central, el “tronco”, a la vez núcleo de elevadores y escaleras, sin embargo no fue suficiente y se agregaron otros. Su impacto en el espacio, que es el vestíbulo, una cafetería en primer piso y pasillos perimetrales, es menor porque el mencionado “tronco” requirió un espesor grande, lo cual obstruye de alguna manera la posible sensación de una escala espectacular. Sorprende la cantidad de acero utilizado, para un resultado pobre en el espacio y poco novedosa en la forma. En la parte funcional, a la mitad de la gran caja alargada se encuentra un vestíbulo con las taquillas y desde ahí se recorren las salas permanentes y temporales. Otros cuerpos, son los de un restaurante, tienda, sanitarios y relaciones públicas. En suma, un proyecto de carácter político, de alcances regionales, oneroso, y con una propuesta arquitectónica contradictoria.

Al finalizar, a raíz de este nuevo encuentro con la ciudad de Mérida se quedan diversas sensaciones encontradas, por un lado el gusto de ver una ciudad vital, que cuida su patrimonio histórico, pero a la vez en su arquitectura contemporánea se observan tanto hallazgos y búsquedas de interés, como excesos y limitaciones. De la alegría en su música, de la delicia de su comida y de la amabilidad de su gente, Mérida ofrece al visitante múltiples atractivos, por lo que es un punto obligado, tanto para el público en general como para los arquitectos. Estimado lector, no deje de considerarla como destino próximo.

Febrero, 2013

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