Mérida, la
capital del Estado de Yucatán es uno de los lugares donde a pesar de que ya se
conozca y se haya visitado en varias ocasiones, siempre agrada y sorprende. Su
calidad urbana tiene que ver con la buena conservación de su Centro Histórico,
una expansión de la ciudad de la primera mitad del siglo XX, donde conviven sin
sobre saltos arquitecturas del eclecticismo porfiriano, neocolonial, art déco y
primera modernidad con otras posteriores, y finalmente la urbe de los últimos
60 años, que a pesar de ciertas contradicciones y desigualdades, define un
crecimiento ordenado en buena medida.
La historia
marca una ciudad fundada en 1542 sobre un antiguo asentamiento maya, con una
traza regular, alrededor de su Plaza Grande, la catedral concluida en el siglo
XVI, así como la Casa Montejo del mismo periodo de fachada plateresca, ahora
convertida en museo de sitio. Mérida y su región tuvieron un desarrollo
económico significativo en el porfiriato, gracias a la explotación del
henequén, por lo que surgieron muchas haciendas en el campo, varias de ellas
recuperadas como hoteles “boutique”, y en la ciudad grandes mansiones
afrancesadas para la clase burguesa en auge. El Paseo Montejo, diseñado a la
manera del Paseo de la Reforma o de los Campos Eliseos de París fue el
escenario y arteria principal, para casas como el Palacio Cantón, hoy Museo
Regional de Antropología e Historia, de principios del siglo XX, de un
eclecticismo exuberante. Algunos barrios y colonias, varios de ellos con su
propia plaza y templo, conforman una ciudad de carácter amable y cálido, así
como su clima, de más de 30° casi todo el año.
Durante el
periodo posrevolucionario, Mérida aportó, con la obra del arquitecto Manuel
Amábilis, su versión nacionalista y regional, el Neomaya. El Monumento a la
Bandera en una de las glorietas del Paseo Montejo, y el Parque de las Américas
en la colonia García Ginerés, entre otros proyectos reflejan un estilo propio,
ligado a un pasado prehispánico, pero a la vez de una modernidad monumental. Otros
arquitectos que transitaron hasta el funcionalismo de los años cincuenta y
sesenta fueron Carlos Castillo Montes de Oca y Alberto García Bolio con
innumerables casas y edificios. Para fin de siglo XX nuevas generaciones se han
hecho presentes en la arquitectura de Mérida y su región, como Augusto Quijano,
ganador dos veces de la Bienal de Arquitectura Mexicana, realizador con otros
colegas del polémico Centro Cultural Olimpo, en plena Plaza Grande, Enrique
Duarte, autor del Hospital de Alta Especialidad y Jesús Muñoz responsable del
proyecto de la Procuraduría de Justicia del Estado, entre muchos otros.
Para el
siglo XXI, Mérida y sus arquitectos despuntan como un enclave de arquitectura
mexicana contemporánea de gran relevancia. Con una Facultad de Arquitectura de
la Universidad Autónoma de Yucatán, que en su posgrado produce una revista de
artículos de investigación, desde hace más de veinte años, y que por lo mismo
ha contribuido a una formación solida de los arquitectos locales. Uno de ellos,
Roberto Ancona, autor de varios de los proyectos para la misma UADY, en el caso
de la Aula Magna para la Facultad de Ingeniería, intervención a un modesto
auditorio previo de tecnología CAPFCE, refleja un dominio del oficio, sin
alardes ni elocuencias, solo una respuesta discreta y elegante.
Enero, 2013
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