El
futuro de la arquitectura no está en los edificios, declaró el arquitecto Teddy
Cruz, sino en la reorganización política y social, en el imaginario colectivo y
cívico. La renovación y la transformación no vendrán de los lugares de
abundancia y privilegios sino de los lugares marginales y de escasez. Una
ciudad global, como Dubaï, es y será un sitio de consumo. Un barrio marginal es
un sitio de producción porque la densidad produce intercambios sociales que no
se dan en un espacio individualista de consumo. Estudioso de la geografía del
conflicto de Tijuana, Teddy Cruz propone adoptar un “pesimismo optimista” para
afrontar la realidad actual. Invita a infiltrar las instituciones para romper
con la incapacidad que han tenido para confrontarse a las condiciones
socioeconómicas de México. Es en esta zona fronteriza en la que este profesor
de la Universidad de San Diego, ha buscado y encontrado la inspiración a sus
proyectos.
En la
actualidad, no basta ser arquitecto en el sentido clásico del término: es
preciso enriquecer nuestros campos con los procedimientos de análisis y
reflexión de otras áreas, sobre todo, sociales. Si el arquitecto pretende
resolver problemas con sus intervenciones, debe considerar el conflicto como
primer instrumento operativo. Por ejemplo, es necesario repensar la propiedad:
el sueño americano colapsó cuando no todos pudieron comprar su propia casa.
Estas contradicciones del sistema, que sólo benefician al promotor y se olvidan
de las comunidades, son los puntos de partida para diseñar nuevos procesos
políticos y económicos que permitirán el surgimiento de nuevas arquitecturas.
Donde
otros ven pobreza, Teddy Cruz percibe la posibilidad de un modelo social y
arquitectónico. Para él, las condiciones y el origen del conflicto son material
de diseño. Nos muestra imágenes sobre la “urbanización del miedo” que se ha
generado en San Diego a raíz de la inmigración latinoamericana. El muro como
emblema de la separación y de la política discriminatoria representa hoy el
urbanismo tradicional norteamericano. Empero, Teddy Cruz considera que los
inmigrantes son los urbanistas del siglo XXI. En los asentamientos irregulares
de Tijuana, se han constituido casas con base en desechos urbanos provenientes
de Levittown, San Diego. Pedazos de infraestructura (puertas de garage,
llantas) han atravesado la frontera para reconstruir una arquitectura del
patchwork. Liberar la planta baja, levantando la vivienda sobre pilotes -tal y
como lo han hecho diversas culturas del mundo y como Le Corbusier lo
reinterpretó en la Modernidad-, es un concepto que se reproduce en estos
suburbios de Tijuana. Para ganar espacio dentro de un urbanismo improvisado y
precario, los bungalows de la post-guerra que han sido desmantelados en San
Diego funcionan de vivienda digna al otro lado de la frontera, montados sobre
perfiles de acero para liberar el área sobre el asfalto y establecer una fuente
de ingresos.
Este
bricolage informal es el reflejo de la creatividad floreciente en tiempos de
crisis. De esta arquitectura espontánea, el despacho de Teddy Cruz ha propuesto
posibilidades de combinaciones de casas prefabricadas con materiales
reciclados. Sus diseños no son la solución al problema ni son un experimento
estético para puristas: son una ruta alternativa a un complejo proceso social
en el que coexisten espacios reconfigurados de su uso original. Donde Teddy
Cruz innova es en la forma de programar los espacios: devolverle un sentido
comunitario al espacio público, creando la antítesis a la impersonalidad de los
suburbios americanos de los últimos veinte años. La coexistencia hace que la
densidad sea más sustentable. El futuro de la arquitectura no radica en la
utopía de la sociedad ideal sin conflictos, sino dentro de una sociedad capaz
de reorganizarse frente a la adversidad y de crear alternativas a sus
conflictos.
Mayo,
2011
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