Proceso creativo dentro de la geografía del conflicto. Por Paula Resendiz Amador




El futuro de la arquitectura no está en los edificios, declaró el arquitecto Teddy Cruz, sino en la reorganización política y social, en el imaginario colectivo y cívico. La renovación y la transformación no vendrán de los lugares de abundancia y privilegios sino de los lugares marginales y de escasez. Una ciudad global, como Dubaï, es y será un sitio de consumo. Un barrio marginal es un sitio de producción porque la densidad produce intercambios sociales que no se dan en un espacio individualista de consumo. Estudioso de la geografía del conflicto de Tijuana, Teddy Cruz propone adoptar un “pesimismo optimista” para afrontar la realidad actual. Invita a infiltrar las instituciones para romper con la incapacidad que han tenido para confrontarse a las condiciones socioeconómicas de México. Es en esta zona fronteriza en la que este profesor de la Universidad de San Diego, ha buscado y encontrado la inspiración a sus proyectos.

En la actualidad, no basta ser arquitecto en el sentido clásico del término: es preciso enriquecer nuestros campos con los procedimientos de análisis y reflexión de otras áreas, sobre todo, sociales. Si el arquitecto pretende resolver problemas con sus intervenciones, debe considerar el conflicto como primer instrumento operativo. Por ejemplo, es necesario repensar la propiedad: el sueño americano colapsó cuando no todos pudieron comprar su propia casa. Estas contradicciones del sistema, que sólo benefician al promotor y se olvidan de las comunidades, son los puntos de partida para diseñar nuevos procesos políticos y económicos que permitirán el surgimiento de nuevas arquitecturas.

Donde otros ven pobreza, Teddy Cruz percibe la posibilidad de un modelo social y arquitectónico. Para él, las condiciones y el origen del conflicto son material de diseño. Nos muestra imágenes sobre la “urbanización del miedo” que se ha generado en San Diego a raíz de la inmigración latinoamericana. El muro como emblema de la separación y de la política discriminatoria representa hoy el urbanismo tradicional norteamericano. Empero, Teddy Cruz considera que los inmigrantes son los urbanistas del siglo XXI. En los asentamientos irregulares de Tijuana, se han constituido casas con base en desechos urbanos provenientes de Levittown, San Diego. Pedazos de infraestructura (puertas de garage, llantas) han atravesado la frontera para reconstruir una arquitectura del patchwork. Liberar la planta baja, levantando la vivienda sobre pilotes -tal y como lo han hecho diversas culturas del mundo y como Le Corbusier lo reinterpretó en la Modernidad-, es un concepto que se reproduce en estos suburbios de Tijuana. Para ganar espacio dentro de un urbanismo improvisado y precario, los bungalows de la post-guerra que han sido desmantelados en San Diego funcionan de vivienda digna al otro lado de la frontera, montados sobre perfiles de acero para liberar el área sobre el asfalto y establecer una fuente de ingresos.

Este bricolage informal es el reflejo de la creatividad floreciente en tiempos de crisis. De esta arquitectura espontánea, el despacho de Teddy Cruz ha propuesto posibilidades de combinaciones de casas prefabricadas con materiales reciclados. Sus diseños no son la solución al problema ni son un experimento estético para puristas: son una ruta alternativa a un complejo proceso social en el que coexisten espacios reconfigurados de su uso original. Donde Teddy Cruz innova es en la forma de programar los espacios: devolverle un sentido comunitario al espacio público, creando la antítesis a la impersonalidad de los suburbios americanos de los últimos veinte años. La coexistencia hace que la densidad sea más sustentable. El futuro de la arquitectura no radica en la utopía de la sociedad ideal sin conflictos, sino dentro de una sociedad capaz de reorganizarse frente a la adversidad y de crear alternativas a sus conflictos.

Mayo, 2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario