Quiero contarte una experiencia emocionante que viví en noviembre de 2011, que ha quedado en mi memoria; me refiero a la visita que hice al Conjunto Arquitectónico del Parque Ibirapuera en Sao Paulo, obra del gran arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, quien celebró 104 años de vida creativa, el pasado 20 diciembre.
Niemeyer es sin duda uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna a nivel internacional. ¿Quién no sabe de él? ¿Quién no ha estudiado su obra?, si no la conoces, te invito a que investigues sobre él, ya que me siento muy afortunada por haber tenido la oportunidad de visitar y recorrer algunas de ellas. Hoy quiero compartir con ustedes el placer que experimenté al visitar el Pabellón Ciccillo Matarazzo edificio que forma parte del complejo cultural proyectado por éste arquitecto en 1951 y que fue construido en 1954 por el gobierno del Estado de Sao Paulo para conmemorar el cuarto centenario de su capital. Actualmente está destinado a la Fundación de la Bienal y al Museo de Arte Contemporáneo.
El asombro comienza al llegar al Parque Ibirapuera y comprobar que este lugar es un verdadero oasis urbano. Entramos por la puerta 3-4 y nuestro recorrido empezó a un costado del Pabellón Ciccillo Matarazzo cuya forma corresponde al de un prisma horizontal cuya longitud de 250 m por 48 m de ancho, destacando su volumen en la planta de conjunto por su forma y dimensión. Muchos visitantes pasan de largo al ser atraídos por otros edificios con volúmenes singulares y fascinantes. Este edificio, revestido con ventanales de piso a techo nos dejó ver en su interior una instalación de objetos cúbicos pequeños que llamaron nuestra atención, y decidimos entrar.
Al estar en su interior las sorpresas empezaron a surgir, porque la geometría ortogonal rigurosa de su envolvente se empezó a perder, al relacionarse con su interior donde irrumpe una marquesina ancha y sinuosa que recorre el lado opuesto del edificio, al final topamos con una rampa de la mitad del ancho del inmueble, que nos condujo con su suave pendiente a doblar hacia la derecha para encontrarnos con un enorme espacio y un vacío central espectacular, mágico. Lo singular del espacio se debe a los elementos que lo definen y lo caracterizan, como excepcional desde mi punto de vista. En primer lugar hay que considerar que estamos en un edificio cuya forma geométrica es rigurosamente ortogonal, por lo que esperamos que en su interior suceda lo mismo. Pero no es así, a partir de nuestra llegada al primer piso nos encontramos una tipología de claustro, que genera un gran espacio central al cual convergen los pisos superiores, pero ¿qué es lo que nos atrapa en su interior? Pues, nada más ni nada menos, que no encontramos lo que esperamos, el interior no corresponde a la rigidez geométrica del contenedor, al contrario, los pisos superiores protegidos por bandas anchas que sirven de barandas nos permiten percibir todo su interior, sin perdernos el maravilloso espectáculo que nos ofrece un espacio arquitectónico oscilante lleno de armonía.
El movimiento sensual de sus entrepisos nos lleva a través de la cadenciosa fluencia del espacio, motivándonos a continuar, a no detenernos. Las áreas de exposición, en los pisos superiores mantienen la riqueza del sitio. Casi al centro del edificio se encuentra una rampa curva que nos lleva a los pisos superiores la cual parece estar sostenida por las ramas de un árbol, el cual, es una columna central donde se empotran las ménsulas que la soportan. El recorrido por ella provoca múltiples emociones ya que desde ahí percibimos múltiples perspectivas del espacio.
Las fachadas son diferentes, la que tiene mayor asoleamiento está protegida por parteluces verticales móviles para modificar la luminosidad y las vistas en cada sala de exposición. La otra fachada es totalmente transparente, lo que nos permite gozar del paisaje que forman las frondas de los árboles y convirtiéndose éste en un escenario digno de las obras expuestas y para el disfrute de los visitantes.
Con esta narración quiero llamar la atención sobre la importancia que tiene visitar y recorrer el exterior y el interior de cualquier obra arquitectónica o urbana, ya que esta experiencia es la que nos transmite las emociones que requerimos para construir un juicio más certero de ellas. Gracias por acompañarme en este recorrido.
Febrero, 2012
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