Paradoja Revolucionaria. Por Gerardo Álvarez Montes

Paradoja Revolucionaria. Por Gerardo Álvarez Montes

Recorrer a pie y en domingo el Paseo de la Reforma es ya una actividad que ha ganando adeptos entre quienes disfrutamos la ciudad; y es que en tiempos recientes, el flujo vehicular dominical de los carriles centrales de Reforma se interrumpe para dar paso a ciclistas y peatones que retoman y hacen suyo  el espacio público.

Precisamente en un domingo del pasado mes de septiembre recorrí esta zona de la ciudad partiendo de la Alameda Central, ahí desde la avenida Juárez y en línea recta hacia el poniente observé un punto importante de este paseo: el Monumento a la Revolución; su reluciente cubierta de placas de cobre atraen fácilmente la mirada de cualquier peatón, así que  me dispuse a reconocer esa colosal estructura.

La historia este monumento se remonta hasta septiembre de 1910, cuando en el marco de los festejos del Centenario de la Independencia, el presidente Porfirio Díaz colocó la primera piedra del edificio diseñado por el arquitecto francés Émile Bernard, destinado para ser el Palacio Legislativo de la Nación. Sin embargo, el movimiento revolucionario imposibilitó el término de la obra, dejando en el olvido esta impresionante estructura durante más de dos décadas.

Es hasta enero de 1933, año en que el Gral. Plutarco Elías Calles y el arquitecto Carlos Obregón Santacilia presentaron un proyecto al entonces presidente de la República, el Gral. Abelardo L. Rodríguez para erigir un monumento a la Revolución. Esta propuesta fue aceptada el 25 de enero de 1933 y la obra fue encomendada al arquitecto Obregón Santacilia, quién también propuso (en 1936) la creación de la plaza de la república y del Museo de la Revolución (proyecto que se concretó hasta el 20 de noviembre de 1986).

Podría ser éste un ejemplo temprano de lo que hoy se conoce y practica como reutilización del patrimonio, más allá del pragmatismo constructivo que aprovechó una importante estructura, se trató de un proyecto de diseño de mayor trascendencia, destinado a honrar a la sociedad mexicana que forjó la Revolución,  y un hito de la ciudad que ayudaría a conformar la identidad de la moderna sociedad posrevolucionaria.
                                               
En 1992 se realizaron trabajos algunos trabajos de mantenimiento del monumento, que no detuvieron el lento pero progresivo abandono del lugar. Para marzo del 2009 el titular de la oficina de la Autoridad del Espacio Público del GDF, Felipe Leal; presentó un proyecto de “rescate integral” del Monumento a la Revolución y la Plaza de la República para convertirlo en un centro de esparcimiento cultural; esta intervención formaba parte de las obras para el festejo del Centenario de la Revolución en el 2010.

Finalmente el 20 de noviembre de 2010 y después de efectuarse la intervención antes mencionada se concretó la reapertura del monumento; a casi un año de este hecho hay varios aspectos dignos de comentarse.

Es grato corroborar que la intervención no se circunscribió únicamente al monumento y a la plaza, los trabajos de ensanche de las banquetas y la pavimentación con concreto y granito de mármol también incluyeron la avenida de la República –hoy renombrada como el paseo de las capitales–, y las calles Valentín Gómez Farías, la Fragua e Ignacio Ramírez; en estos trabajos se dio prioridad a los peatones y se incluyeron también obras de vegetación, mobiliario urbano e iluminación.

Una de las atracciones más populares de la plaza en cuanto a mobiliario urbano se refiere, son las fuentes secas que durante el día aglomeran y refrescan a una gran diversidad de visitantes –niños, padres de familia, parejas, ancianos,  estudiantes, visitantes extranjeros, jóvenes activistas de izquierda o miembros de las llamadas nuevas tribus urbanas, todos tienen cabida y disfrutan de ellas– y en las noches se iluminan para ofrecer un atractivo espectáculo.

En el monumento, destaca la incorporación de otro de los principales atractivos: el elevador panorámico, su inquietante masividad, se aleja radicalmente de la idea inicial en cuanto al uso de un mecanismo a base de tensores para minimizar visualmente este elemento, y lejos se está de respetar el criterio de reversibilidad en cuanto a la integración de nuevos elementos y además se altera la composición arquitectónica del edificio, pues visualmente se le añade una columna más al monumento, sería interesante y deseable conocer cuál fue la postura y participación del INBA ante esta institución.

Ya en el mirador el trabajo de limpieza y restauración de los sillares de cantera y de las esculturas se aprecia claramente, sin embargo a menos de un año de su reapertura se comienzan a deteriorar los encamisados de mortero que consolidan y protegen a los sillares, esto se explica por el intenso tráfico y el poco cuidado que los visitantes tienen al recorrerlo, sin duda las espectaculares vistas de la ciudad son un atractivo muy importante para todo tipo de visitantes, no es poco común encontrar fotógrafos de eventos sociales que se dan cita en este lugar para las sesiones fotográficas de quinceañeras con todo y chambelanes.

Así se retoma una de las funciones que le dieron origen a este recinto como monumento y mirador, esperemos que a partir de esta intervención se garantice su funcionamiento por muchos años y se logre el objetivo de mayor alcance, que es regenerar o reanimar esta zona urbana de la ciudad. Sin embargo un aspecto por demás preocupante, es el inconcluso estacionamiento subterráneo que hasta la fecha se encuentra inundado, esta situación va en detrimento del “proyecto integral de rescate” de este espacio público.

Resulta paradójico que a 101 años de distancia, aunque por circunstancias muy distintas, las obras conmemorativas de un acontecimiento tan relévate para el país queden inconclusas y se privilegie el acto político, soslayando la incapacidad de los responsables. No se trata de un hecho menor, la inversión pública que asciende a 328 millones de pesos y el relevante valor arquitectónico e histórico del monumento merecen nuestra atención; ¿cómo puede ser posible que aun año de la reapertura siga incompleto e inundado el estacionamiento subterráneo?, ¿quiénes son los responsables y a que sanciones se han hecho acreedores?; ante los tiempos electorales por venir ¿habrá la voluntad política necesaria para corregir esta situación?

Octubre, 2011.

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