Arquitectura institucional en la Ciudad de México: una reflexión sobre su valoración. Por Fernando Minaya

La valoración de los edificios institucionales no debe solo de partir de la estética del inmueble por sí mismo, es parte de un tejido urbano, de una historia social y politica, su instauración es fragmento de diversas causas que forman a un grupo de ejemplos de arquitectura, concebidos dentro de un sistema amplio. Los edificios públicos son la construcción y el camino de sostenimiento de la trayectoria de la sociedad y sobre todo del Estado.

Al referirnos a la modernidad del Estado mexicano y su arquitectura, se enuncian las bases de sus estructuras ideológicas que unifican y plantean pautas de desarrollo, a su vez, al integrar el nacionalismo, cobra vida la identidad de la nación previamente constituida, y sus valores culturales del presente.

La documentación y preservación de estas edificaciones institucionales es importante para poder explicar las transiciones, cambios, procesos de consolidación y desarrollo de la ciudad y como parte de la sociedad. La modernidad arquitectónica modificó en gran medida a la Ciudad de México, como ejemplo: actualmente en el centro histórico, el 60% de los edificios fueron construidos en el siglo XX (Rodolfo Santa María, 2005), esto quiere decir que la valoración del patrimonio construido en el casco histórico de la capital del país, no necesariamente corresponde a edificios virreinales o del siglo XIX, por el contrario, son ejemplos modernos del siglo pasado.

La conservación arquitectónica en su formato de documentación,  no se refiere a la aplicación de medidas que provoquen la inmediata intervención física del edificio; por el contrario se desea mantener tener la memoria continúa de la construcción de la ciudad. La idea contempla la información pertinente para valorar, de acuerdo al proceso histórico, consolidación tipológica, tecnológica, arquitectónica y social. Por ejemplo, el Monumento a la Revolución, su origen no corresponde a su uso actual; pero no por conmemorar un suceso anterior tendríamos que reconstruir el Palacio Legislativo proyectado por Émile Bernard hacia finales del XIX, ahora el monumento es reflejo de lo acontecido por la posrevolución. En determinados momentos, los valores de origen en ciertas circunstancias ya no son vigentes, la evolución de la sociedad e ideología permiten los cambios en el diseño arquitectónico y condicionan de sobremanera a la conservación.

La arquitectura y las ciudades no pueden convertirse en pequeñas fotos instantáneas o museos de una época, corresponden a su momento, sin dejar de lado los valores y condiciones que se imponen en cada periodo histórico, instrumentos que prolongan su vida y por consecuencia la de sus moradores. La valoración parte de la premisa sobre quien ostenta el poder es quien define que estará dentro o fuera de la selección. La arquitectura institucional en México tiene el papel de títere de aspiraciones ideológicas, dominación y frustrados intentos de legitimación estadista. Lo ocurrido en los últimos años con la Biblioteca Vasconcelos, la T2 del Aeropuerto Internacional y próximamente con el no-arco bicentenario son reflejos de políticas desgastadas; auto-anulación de proyectos, aún cuando no ha concluido su proceso constructivo; y por último, la creciente debilidad del Estado para defender su arquitectura, y como algunos mencionarían: quien defiende lo indefendible.

Julio, 2009.

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