No se puede negar el impacto de las luces sobre los edificios más emblemáticos, la Catedral Metropolitana, el Palacio Nacional y los del Gobierno de la Ciudad de México, como parte del espectáculo YO MÉXICO, que se presenta en el Zócalo capitalino desde el 11 de noviembre presente y hasta 23 del mismo. Producido por el Gobierno Federal, dirección de Martin Arnaud y con la participación del gobierno local y diversas instituciones oficiales y privadas, el espectáculo incluye 3 plataformas con pantallas gigantes donde se proyectan videos, proyectores de luz montados sobre y alrededor de los edificios que rodean el Zócalo, y bailarines y actores en vivo. El guión repasa toda la historia de México, con énfasis en la época prehispánica y colonial, aunque el siglo XIX, XX y XXI están presentes con diversos recursos de música, luces e imágenes. Cabe decir que la arquitectura de este corazón de la Ciudad de México, adquiere un protagonismo significativo, al ser además de base para la proyección de luces recreativas de pasajes históricos, una presencia que se agranda al resaltarse en diversos momentos, sus elementos arquitectónicos, como cornisas, frontones y remates, entre muchos otros.
Ahora, vendrían a cuento varias preguntas: el espectáculo Yo México, ¿para qué?, ¿para conmemorar de manera festiva, teatral y multimedia nuestro Bicentenario?, ¿para representar con recursos “high tech” y “light” la historia nacional?, ¿para distraer con un gran circo tecnológico a las muchedumbres que se acercan, sobre una realidad social, más desigual y enrarecida que nunca? y, ¿para legitimar un gobierno federal actual, que entiende a la cultura como el show televisivo más efectivo?. Estos cuestionamientos y muchos más que se podrían hacer, sobre la decisión de nuestras autoridades políticas y culturales de ofrecer un espectáculo de esta naturaleza, con un costo desconocido pero seguramente desproporcionado, a lo que la fecha del Bicentenario está ofreciendo como diferencia positiva, a los méxicos de 1810 y 1910. De aquellas batallas que implicaron muertes y destrucción, pero al final también esperanza, ¿qué recogemos como fruto de crecimiento social y económico, para toda nuestra población?. De lo que se imaginaron Morelos y Zapata, hace 200 y 100 años respectivamente, ¿qué podemos decirles ahora, si tan solo referimos los datos de la pobreza, desempleo, inseguridad e injusticia social por no mencionar más?.
Al final, nuestro gobierno solo nos puede ofrecer circo, puesto que ni siquiera el pan está garantizado para toda la población. Entonces, sin negar la calidad de un espectáculo realizado por profesionales, con todos los recursos tecnológicos a la mano y sin que tenga que pedirles mucho a otros internacionales, lo que pega, es el fondo de todos estos despliegues oficiales. Tristemente México llega a sus 200 años como nación, con muchos avances y riquezas culturales, pero sumido también, en una de sus épocas más contradictorias.
Noviembre, 2010.
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