Cuando la accesibilidad queda
en buenas intenciones. Una visita a Tula.
Dra.
Dulce Ma. García Lizárraga*
Visitar
la zona arqueológica de Tula y sus imponentes atlantes, es una oportunidad para
conocer de cerca la cultura tolteca en el cercano estado de Hidalgo. Sin
embargo, no todos pueden decir lo mismo, sobre todo si se tienen problemas de
movilidad o se va con niños en carriola; por lo general a estos sitios van
familias con integrantes de distintas edades, así como adultos mayores que
disponen de más tiempo libre. Y no es que se pretenda subir a las pirámides,
simplemente acceder al museo o realizar un recorrido por los senderos se vuelve un propósito difícil de alcanzar.
En
estas condiciones realizamos una visita, iniciando nuestro periplo desde el
estacionamiento, que no tiene facilidades para subir al nivel de banqueta, 20
cms. arriba; zona de arranque para utilizar rampa o escaleras, (para quienes
utilizan silla de ruedas, un escalón es una barrera física difícil de superar).
La
solución de las rampas que llevan al museo del sitio, zona administrativa y
sanitarios, deja mucho que desear pues se ubicaron en paralelo a las escaleras,
lo cual limita disponer de mayor desarrollo; las pendientes tan pronunciadas se
vuelven un peligro y algunas son de tramos excesivamente largos. Por esta
situación, utilizarlas en silla de ruedas, requiere el apoyo de dos a tres
personas. Comentario aparte
merece
el hecho, de qué por lo general, hay visitantes dispuestos a apoyar.
El
recorrido, para llegar a la zona arqueológica, es un camino de aproximadamente 700
metros y ancho de 3 metros con grava, en el que resulta difícil empujar una
silla de ruedas. Aunque siempre se aducen problemas de presupuesto, se podría
iniciar por tramos construidos con material que facilite el desplazamiento, así
como áreas de descanso laterales y con sombra para “darse un respiro” y
continuar el trayecto.
No podemos hacer mención de las condiciones del
museo del sitio, que lleva el nombre del arqueólogo Jorge R. Acosta, descubridor de los Atlantes, pues se
encuentra cerrado por remodelación, (por información en prensa y en el lugar,
esto lleva alrededor de cuatro años).
Suponemos
que estas adecuaciones o intentos de resolver el problema de accesibilidad, son
de los años ochenta del siglo anterior, fecha de inauguración del museo del
sitio; y esa fue la justificación dada por el encargado de la taquilla e
informes del lugar, al que se le mencionaron los problemas. Y aunque hace 40
años, no se contaba con información y especificaciones tan detalladas en el
tema de accesibilidad, algunas cosas son de sentido común, como que una
pendiente tan excesiva resulta contraproducente; podríamos hablar de las
T-RAMPAS en el centro arqueológico de Tula y con este caso, ponemos de
manifiesto una vez más, que en el diseño no bastan las buenas intenciones, es
necesario dar respuestas que realmente beneficien a la población. Un buen
ejemplo de que esto es posible en una zona arqueológica, son las acciones
implementadas en Monte Alban, Oaxaca.
Es
preciso mencionar que la accesibilidad tiene por objetivo lograr el acceso y
disfrute de espacios abiertos, arquitectura, objetos y mensajes a una mayor
numero de personas sin importar sus habilidades, esto en congruencia con los
postulados del Diseño Universal. No obstante, se tiene que resolver de acuerdo
a criterios de diseño que establecen medidas, pendientes, materiales, etc. De
otra manera las soluciones y la inversión realizada siguen constituyendo
barreras físicas, aunque su intención sea eliminarlas.
*Profesora-investigadora
CyAD UAM X.