EXPO MILAN 2015, ¿fin de un formato? Por Alejandro Ochoa Vega

Los objetivos de las exposiciones universales, iniciadas en 1851 en Londres parecen ser muy distintos a los originales, ya en pleno siglo XXI. De aquellos pabellones nacionales, donde cada país mostraba todos sus adelantos científicos y tecnológicos, tanto en los sistemas constructivos, como en los productos industriales y artesanales, a los complejos contemporáneos donde el intercambio turístico, comercial, cultural y de negocios es la prioridad. De aquellos íconos, emblemas de la revolución industrial, traducidos en grandes estructuras metálicas que lograban claros nunca vistos y alturas insospechadas, como el Palacio de Cristal de Paxton en Londres o la Torre Eiffel de París, a los pabellones bioclimáticos y sustentables de finales del siglo XX y principios del XXI.

La Exposición Universal de Sevilla de 1992 y la de Lisboa de 1998, fueron probablemente las últimas donde el derroche por el boom económico de la época, hicieron posibles pabellones temáticos, además de los nacionales, estructuras efímeras muy costosos desechadas posteriormente, y un despliegue de eventos, conciertos y espectáculos, que provocaron crisis económicas para los países sede en los siguientes años.  A las del siglo XXI, incluida la de Milán de este 2015, reflejan un recorte importante en la inversión para el recinto y pabellones, debido a las condiciones contemporáneas de ajustes y preocupación por el medio ambiente. El tema de la representación de una identidad a través de la arquitectura, ha estado presente desde el siglo XIX, provocando en la mayoría de los casos resultados kitsch, pero también interpretaciones más abstractas, por lo que estos eventos de alcance mundial, terminan siendo también el escaparate de las búsquedas y tendencias de la arquitectura internacional del momento.

La Expo Milán 2015, abierta entre el 1 de mayo y el 31 de octubre, tiene como temática “Alimentando el Planeta. Energía para la Vida”, emplazada en un gran terreno no muy lejano del centro de la ciudad y conectada a través de una línea de Metro y otra del tren metropolitano. El conjunto se desarrolla a través de una gran calle central (Decumano), entre el Pabellón Central y la Plaza de la Biodiversidad de un kilómetro de extensión, atravesada por el eje Cardo, donde está el Palacio de Italia, los pabellones regionales del país sede, el Lago Arena y el Árbol de la Vida. Aparte de los pabellones nacionales, que pueden ser edificios propios o como parte de un conjunto, están los dedicados a diversos alimentos como el café, especies o legumbres. Otros recintos son, el gran teatro al aire libre, un auditorio, un centro de conferencias, el Pabellón Cero, el de la ONU, un parque infantil, zonas verdes, canales y espacios de descanso.

Uno de los atractivos de este tipo de eventos para un arquitecto, urbanista o diseñador, es lo que los espacios exteriores, la arquitectura de los pabellones y el diseño de interiores pueden ofrecer, en una ocasión única donde se concentran todas las manifestaciones culturales contemporáneas. Una gran fiesta de la creación de espacios y objetos, dirigida a un público masivo y diverso que a lo largo de 6 meses puede disfrutar. Una inversión millonaria que parecería que en los últimos años ha tratado de racionalizarse, con propuestas sustentables que permitan reutilizar el recinto sede para beneficio de la población local, a posteriori del evento universal.

La arquitectura de los pabellones, que generalmente son prefabricados en los países de origen, armados en el recinto de la Expo y vueltos desarmar para volver a casa, y eventualmente incorporarse como un nuevo equipamiento. Los menos, llegan a quedarse en la sede de la Expo, integrándose al uso que decidan darle a esa gran porción urbana. También un número importante, han desaparecido por completo, solo quedando el testimonio en grabados, pinturas, fotografías, películas, o dibujos reproducidos en catálogos o libros memoria de la exposición universal correspondiente. En el primer caso, México tiene el Kiosko Morisco, de una feria en Nueva Orleans en 1859, hoy emblema de la Alameda de Santa María la Ribera; en el segundo, el pabellón nacional de la Exposición de Sevilla de 1929, ahora con un uso útil para la ciudad andaluza, y en el tercero, el curioso pabellón mexicano neo azteca en la famosa Exposición de París de 1889, nada menos que vecino de la Torre Eiffel.

Se pueden identificar tres criterios arquitectónicos de los pabellones a lo largo de los 164 años de exposiciones universales, los tradicionales que se apegan a los lenguajes clásicos o propios de su historia, los “futuristas”, que apuestan a lo más avanzado de la tecnología del momento, y que por su audacia formal y constructiva, tienden a marcar tendencia. Una salida intermedia y la más dominante, es la que representa las corrientes del momento, como fue el posmoderno historicista, todavía visible en la última década del siglo pasado, el high tech, desde hace treinta años, y el deconstructivismo de formas complejas, más contundente en este siglo XXI. Sin embargo, fenómenos como el cambio climático, el deterioro del medio ambiente y la necesidad de propuestas sustentables, hacen de las últimas expos, una oportunidad para dejar atrás la arquitectura espectáculo, y más bien apostar por lo más racional.

En la Expo Milán 2015, en escala y volumetría solo el pabellón del país sede, llamado el Palacio de Italia sobresale, como un gran cubo fragmentado, de piel blanca y trazos irregulares en su piel. Hay varios más, con gestos atrevidos y alegres, como el de Brasil con un contenedor metálico, que recibe a los visitantes con una malla donde al circular se produce un movimiento constante, y que es la delicia del público infantil sobretodo, pero de adultos también. La madera, como material más orgánico y cercano a la naturaleza, está presente en los pabellones de Chile, Vietnam, Eslovenia, Irlanda, Indonesia, Francia y el temático de Café entre otros. El color es otro elemento base en los de Ecuador en su fachada “textil”, o el de Israel con su gran muro verde. Las formas dinámicas a través de estructuras metálicas ligeras y flexibles, velarías y mallas diversas, se observan en los de Kuwait, Irlanda, Alemania, Rusia y Azerbaijan entre otros. Cercano a esta línea está el de México, diseñado por Francisco López-Guerra, especialista en museos de ciencia, y que con sus “hojas de tamal” en fachada, dinámicas y llamativas, contradice un interior convencional, desde una rampa continua que en sus descansos presenta unos videos de la variada cocina mexicana. Una decepción.


Al final un evento espectacular y contradictorio, pobre en su diseño urbano, desigual en sus propuestas arquitectónicas, y reflejo de los nuevos tiempos, donde el despliegue de recursos trata de matizarse, en congruencia con la sustentabilidad. Una invitación a preguntarse el sentido contemporáneo de un macro recinto, donde la feria de las vanidades parece perder presencia, pero donde las propuestas de diseño, dicen muy poco y asombran a unos cuantos.

Plano de la Feria de Milan, 2015. Fuente:http://www.ecatech.it/public/mat/image/MADE_expo_2011-come_arrivare.gif

Pabellón de México en la Expo de Milán. Fuente: Alajendro Ochoa Vega
Julio, 2015.

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